viernes, 17 de agosto de 2007

Cóbrame lo que quieras


Lima, viernes 17 de agosto del 2007.- La devastación causada en Pisco, Chincha, Cañete e Ica por el terremoto del miércoles sigue siendo indudablemente el tema principal en las noticias. En Lima, a pesar que hubo lamentables pérdidas humanas y graves daños materiales, las consecuencias fueron abismalmente leves en comparación con las del sur del país. Pero la ciudad aún no vuelve a la normalidad y los comentarios respecto al evento se avivan con cada remezón de las réplicas que, dos días después, aún se dejan sentir. En cada taxi que abordo no se puede hablar de otra cosa más que del telúrico incidente, de cómo lo vivieron los conductores y del pesar que se vive por la gente del sureño departamento.

Uno de los taxistas que me transportó recordó que al iniciarse el sismo del miércoles se encontraba en el distrito de La Molina y su pasajero, quien acababa de salir del edificio frente al cual se había detenido el taxi, aún no subía al vehículo.

Al empezar la tembladera, presuroso el conductor le indicó a su cliente que subiera al vehículo para avanzar media cuadra hasta donde se levantaban viviendas de dos pisos y así alejarse del alto edificio frente al cual se encontraban.

Sin pensarlo dos veces el flaquito –como describió a su pasajero– subió al vehículo y rodaron hacia la zona segura. “Seguramente el pata vive solo –dijo, refiriéndose a su pasajero–. Porque si mi familia hubiera estado adentro yo me meto al edificio a buscarlos en lugar de irme”.

Esta mañana, la réplica sísmica sorprendió a este taxista detenido en una luz roja con una señora como pasajera. Confundiendo el leve sismo con el movimiento del auto, pensó que “la palanca estaba enganchada y por eso zapateaba”. Pero al bajar la mirada y ver el auto en neutro, supo de qué se trataba. Junto con su pasajera, que hasta ese momento no se había sobresaltado, comprobó el sismo al escuchar el reporte del locutor en la radio y ver a la gente desalojar presurosa los inmuebles, a su alrededor.

Otro taxista me comentó que después del movimiento y sin lograr comunicarse por celular con su familia, decidió irse a casa, recogiendo únicamente pasajeros que estuvieran en su ruta. Con el taxi ya ocupado, otros transeúntes le solicitaban por la ventanilla del auto a los pasajeros compartir el vehículo para que los acercaran a diversos destinos –recuerda el conductor sobre aquellos momentos de incertidumbre vividos por todos.

Entre los pasajeros que rechazó aquel día varios le suplicaron “Cóbrame lo que quieras, pero llévame”. El afán del taxista por llegar a ver a sus pequeños hijos y a su esposa lo mantuvo en ruta directa hacia el hogar. “Me hubiera hecho millonario ese día”, dijo en tono de broma, agregando que “si hubiera estado soltero seguro seguía haciendo taxi el miércoles”.

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